- alimentos de influencia y características anglosajonas, como hamburguesas, salchichas y patatas fritas acompañadas de salsas diversas (mayonesa, mostaza, ketchup…).
- alimentos de procedencia mediterránea, como pizzas, bocadillos y kebabs (pinchos de carne adobada de origen árabe envueltos en pan de pita y acompañados de vegetales y salsas de yogur).
- alimentos típicos de otros países que constituyen una novedosa forma de comida rápida, como los burritos mexicanos o la comida china, además de la amplia gama de productos precocinados (lasañas, canelones, paellas, empanadillas, croquetas…), cada vez más demandados por los consumidores.
Debemos reseñar en primer lugar que, mientras que no se convierta en un hábito ni se sustituyan alimentos básicos, el consumo de este tipo de comidas no representa inconveniente alguno para la salud. Eso sí, es importante conocer los peligros nutricionales que conllevan:
- Excesiva energía: Con tan sólo una comida fast food se ingiere más de la mitad de la energía diaria necesaria. Si a ello añadimos la energía aportada por el resto de comidas del día, el contenido energético de la ingesta total se dispara y se favorece el exceso de peso.
- Demasiada grasa y colesterol: Las grasas saturadas -en exceso tienden a aumentar los niveles de colesterol en sangre- y el colesterol son abundantes en estos productos debido a las salsas a base de huevo, mantequilla, nata, manteca y otros ingredientes grasos que se emplean en su elaboración, y a los aceites de coco y palma que se usan en la fritura.
- Digestiones difíciles: En la mayoría de las ocasiones los alimentos están fritos, empanados o rebozados, por lo que se enriquecen en grasa, que calentada resulta aún más indigesta.
- Abundantes aditivos: En general, estos productos contienen más sal que los que se preparan en casa, en parte porque el sodio se utiliza como conservante. Además, para conseguir el aspecto deseado en cuanto a color, olor, sabor y textura llevan añadidos conservantes, colorantes, antiapelmazantes, estabilizantes, etc.
- Estos platos suelen incluir condimentos fuertes o aditivos que potencian el sabor y que estimulan el apetito y, con el tiempo, alteran la percepción del sentido del gusto y crean hábito.
Un estudio llevado a cabo en el Reino Unido en 2009 reveló que el kebab medio contiene un 98 por ciento de la dosis diaria recomendada de sal para una persona, casi 1.000 calorías (el doble que un Big Mac), equivalente a la mitad de las necesidades diarias de una mujer, y casi un 150 por ciento de la cantidad diaria de grasa saturada.
Os dejo un vídeo de como se fabrican los trozos de carne de los kebabs.
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